sábado, 30 de marzo de 2013

Sentido y sensibilidad, Jane Austen

De vez en cuando, es necesario volver a los clásicos. En este caso, Austen y su Sentido y Sensibilidad.

Cualquier manual de literatura nos dirá, al abordar a Austen, que sus novelas, además de estar primorosamente escritas, se desarrollan en un ámbito muy reducido, tanto en lo geográfico como el lo temático. Y es que sus novelas, habitualmente discurren en torno a pequeños núcleos rurales ingleses y abordan únicamente cuestiones propias del desarrollo sentimental de sus protagonistas.

Esto puede parecer una crítica, pero el hecho es que, pese a lo anterior, las novelas de Austen son leídas con placer doscientos años después de sus escritura. Y ello, en mi opinión, no porque el lector se reconozca en alguna de sus heroínas protagonistas o en sus peripecias, sino porque sus novelas se disfrutan con los sentidos, como si fueran miniaturas exquisitamente pintadas, a la vez que el talento de su creadora apela a nuestra razón para su reconocimiento. Al fin y al cabo, aunque hubo escritoras de éxito antes que ella, Jane Austen fue la primera que unió a su éxito un indiscutible talento que le hizo pasar a la posteridad.

En esta novela, escrita cuando Jane, que murió muy joven, era todavía más joven, seguimos los amores y desamores de las hermanas Dashwood. Marianne, la mediana, todo ardor y temperamento, y Elionor, la mayor, más juiciosa y reposada. A veces es inevitable tener cierta sensación de folletín cuando leemos las conversaciones entre cualesquiera de sus personajes pero siempre son necesarias pocas páginas para encontrarnos en un pasaje en el que, sin nada extraordinario que narrar, Austen consigue emocionarnos con su talento y convencernos de que el mundo es un lugar más acogedor gracias a sus novelas.


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